Aunque en los comienzos de la tienda online comencé ensamblando y haciendo un poquito de macramé, siempre tuve claro que quería terminar trabajando metales. Antes de comenzar con las ceras, topé con una técnica que, por sus acabados, texturas y colores, me robó el corazón, y que muchos ya conocéis y veis habitualmente en las redes sociales de La Orfebre Errante: el electroforming.

¿Qué es el electroforming?

El electroforming es un proceso por el cual se pueden recubrir objetos sólidos (lo que será nuestro cátodo) con metal de alta calidad y grosor a partir de una solución de ácido sulfúrico, una fuente de energía, y ánodos de metal.

Este tipo de técnicas no sólo se emplean a nivel industrial para recubrimientos metálicos durante muchos procesos de fabricación, sino que también es ideal a pequeña escala para la fabricación de joyas, ya que permite crear formas complejas y detalladas, además de producir joyas completamente únicas, por su textura tan característica. En mi caso, recubro algunas de mis joyas con cobre. Podemos recubrir plásticos, ciertos metales, e incluso elementos orgánicos.

Esquema del proceso químico del electroforming

Se trata de una técnica muy utilizada por joyeros y artistas del metal, pero que requiere de mucha práctica, ya que es muy fácil dañar nuestra pieza si no somos cuidadosos. ¡Pero el resultado merece mucho la pena!

¿Qué necesitamos para hacer joyas electroformadas?

Para hacer joyas artesanales con electroforming, uso el siguiente equipo y materiales:

– Una fuente de energía: en mi caso, un rectificador.

– Un recipiente para electroformar: debe ser de plástico de vidrio, polipropileno o polietileno. El plástico siempre va a ser preferible porque hay menos posibilidades de rotura en caso de caída.

– Solución de electroforming de sulfato de cobre (debe estar entre 30 y 33ºC).

– Para facilitar el punto anterior, uso un termostato pequeño. Se pueden usar termostatos de peceras siempre y cuando sean de plástico, ya que no reaccionan con el ácido y por tanto no afectan a su pH.

– Un objeto para electroformar: Como decíamos antes, podemos recubrir plásticos, resinas, objetos orgánicos… aunque para empezar, el cobre es ideal porque es más fácil de electroformar que otros metales, por su conductividad. Recomiendo comenzar con objetos orgánicos para cuando ya se maneja la técnica más fácilmente.

Joya de cuarzo electroformado en cobre

Pintura conductiva: para pintar nuestro cátodo. Lo recubriremos según nuestro criterio y diseño con la pintura para que el cobre recubra esas zonas pintadas.

Ánodo de cobre: recomiendo tener SIEMPRE a mano ánodos de repuesto limpios y secos. Esta técnica se come el cobre que da gusto y es fácil quedarse sin suficiente al realizar piezas relativamente grandes. Interrumpir el proceso por falta de ánodos no deja el mismo resultado y se nota.

Recomendación extra: agitador magnético. Una cuba de ácido con la temperatura idónea y en constante agitación, es una cuba feliz. Si cumples todas las condiciones y la mantienes limpia, te va a dar resultados espectaculares, brillantes y bonitos. Personalmente he probado también bombas de aire para pecera pero puede resultar bastante sucio a la larga, ya que el ácido puede salpicar fuera del tanque, y no, no queremos salpicar la pared o absorber ácido a través de los poros de nuestra piel.

Guantes: ¿necesito añadir algo más?

¡Comencemos el proceso de electroforming!

Para comenzar, estructuro y modelo la pieza que voy a recubrir y luego la pinto. Dejo secar bien la pintura para no generar impurezas en el tanque, y luego, lo sumerjo dentro de la solución. Cada tipo de pintura tiene densidades, conductividad y tiempos de secado distintos, pero en 12h debería estar más que lista y seca. Si vas a usar piedras naturales, asegúrate de recubrirlas con látex para que el ácido no se filtre en ella y la destruya (he visto en mis propias manos ópalos y malaquitas hechas arena; y no queremos esto, ¿verdad?).

1ª imagen (izquierda): anillo de cuarzo montado previa pintura. 2ª imagen (centro): anillo de peridoto, pintado con pintura conductiva, antes de electroformar. 3ª imagen (derecha): colgantes tras finalizar el proceso de electroformado.

Cuando ya tengo mi pieza lista para electroformar y bien protegida, conecto la fuente de energía al recipiente con la solución. El tiempo de inmersión, los voltios y amperios dependerán del tamaño de la pieza y el acabado que el cliente me pida.

Y aquí viene la parte más tediosa y a la vez más importante: el propio proceso químico. El cobre se comenzará a transferir del ánodo al cátodo, y hay que armarse de paciencia y estar muy muy pendiente de todos los factores que pueden, o bien favorecer, o bien alterar nuestra solución de ácido y, por tanto, el producto final.

Una vez pasados los días y tras varios chequeos cada ciertas horas, podemos sacar nuestro cátodo y comprobar su acabado. Si es el deseado, aclaramos bien con agua destilada, y una vez pulido a gusto y protegido con un barniz extra duro para metales, ya tendríamos nuestra pieza lista. Os dejo por aquí debajo un reel de una de mis piezas favoritas hecha con esta técnica.

Espero que os haya gustado este post, y si tenéis alguna duda o comentario, ¡no dudéis en hacérmelo saber! ¡Espero vuestros comentarios!

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